martes, 27 de mayo de 2014

La vida pirata

Surcando el mar, en nuestro "barco pirata"
Con diez cañones por banda,
viento a popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín….


El pirata de Espronceda, surcando los mares sin descanso, como nosotros, persiguiendo en nuestro moderno bergantín respuestas sobre el océano profundo, un hábitat más desconocido que la superficie lunar. Y para estudiarlo debemos embarcarnos en una aventura como esta, llamada campaña oceanográfica, donde más de 40 personas viajan siguiendo una ruta establecida, cada una con su papel y su cometido, desde analizar muestras y realizar experimentos, hasta pilotar el barco y asegurar una tranquila travesía. Aquí, donde personas cercanas y extrañas acaban convirtiéndose en familia, nos dedicamos a desentrañar los secretos de esas oscuras y profundas aguas sobre las que navegaba nuestro pirata.

Roseta llegando a cubierta bajo la
dirección de Alberto. Repletita de agua
para nosotras.
Cada vez que la roseta de muestreo llega al barco, la cubierta de laboratorios se convierte en una especie de lonja improvisada, “vendiendo” agua en vez de pescado. Sin embargo en esta campaña a nosotras nos ha tocado trabajar un poquito al margen de esta vorágine, teniendo el privilegio de disponer completamente de todo el agua de mar de una roseta de muestreo (más de 250 litros). Es en ese momento cuando se pone en marcha el “protocolo experimento/ultrafiltración”, ritual nocturno que nos ayudará a conocer la composición del material orgánico disuelto en el agua de mar, y también su implicación en los procesos que ocurren en el océano profundo. Este material orgánico es un poco la base de todo, el sustrato de comienzo y final de la cadena trófica marina. Un continuo de compuestos químicos de todos los tamaños que forma estructuras microscópicas donde prolifera la comunidad microbiana. Esta relación entre microbios y materia orgánica es lo que estudiamos en nuestros experimentos, y para lo que nos metemos, tanto nosotras como nuestras muestras, en una de las varias “cuevas” del Sarmiento. En nuestro caso se trata de una sala termo-regulada a 13 grados que está en completa oscuridad. Aquí nos movemos con una lámpara en la cabeza para hacer que las bacterias de nuestros experimentos se sientan como en casa: en las aguas profundas de los océanos no penetra la luz, y específicamente las aguas profundas del Mediterráneo tienen temperaturas de 13 grados, todo está calculado.
Bidones con agua de mar en nuestra "cueva"
oscura y fría. Un paraíso para algunos.

Alba en la cueva, ultrafiltrando.



En este ambiente tan agradable para nuestros microbios y tan inhóspito para nosotras, pasamos la noche filtrando y ultrafiltrando…  sí, sí… no nos llega con filtrar… vamos un pasito más lejos separando nuestro material orgánico hasta niveles moleculares. Conseguimos así separar los compuestos orgánicos de mayor tamaño de los más pequeños, para luego observar donde las bacterias crecen, producen y respiran más. Para monitorizar (o cotillear) como evolucionan las bacterias cada mañana, a eso de las 8, aparecemos con “regalitos” (muestras de los experimentos) para varios de nuestros colegas a bordo, y así con una sonrisa (o un bostezo) se ponen manos a la obra para hacer todas las medidas día a día.
Sí, la vida pirata de este barco es en realidad una vida de colaboración y esfuerzo colectivo, tanto a la hora de arrimar el hombro como a la hora de compartir una chuche o un trozo de chocolate. Y hablando de cosas dulces y ricas… menuda zampada de pasteles nos dimos hace unos días, pastelitos ricos ricos, de Tarifa. ¿Y de donde salieron? No, no fue un botín pirata, sino un regalazo de Nacho y Tere, los padres de nuestra compi Tere, ¡que grandes! Muchísimas gracias por todo. Siento no poder poner una foto, pero es que estaban tan buenos que… vamos… aquello fue “al ataque piratas!” y poco más!

Mar, la pirata fotógrafa.


Que es mi barco, mi tesoro,
que es mi dios, la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar!



 
El ancho mar. Fotos: Mar Nieto-Cid

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